Hija mía, ¿probamos mi nuevo juguete?
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Salieron de marcha cada una por un lado, pero el destino es caprichoso y las unió en una discoteca de moda. Al segundo, sintieron cómo se atraían sus cuerpos calientes, y como sus coños empezaban a chorrear flujos vaginales. Por supuesto, acabaron yéndose a la cama a follar, en uno de esos encuentros que se producen en las noches de verano, interminables y cálidas. Se besaron, se acariciaron, tocaron sus cuerpos desnudos y por supuesto acabaron corriéndose con este sexo interracial y lésbico… y luego seguramente ya no se volvieron a ver más. Eso pasa con las relaciones veraniegas, que, como el calor, no terminan de durar.